Isaías Macaya campeón de la Vuelta al Centro de la República, origen de la Vuelta Chile
— 6 enero, 2016
Les dejo este artículo en homenaje a don Isaías Macaya, quien nos dejó a la edad de 85 años.
El lunes 15 de enero de 2012 terminó la última Vuelta Chile. Esa tarde, Isaías Macaya estaba pegado al televisor viendo la transmisión de la última etapa. Sentado frente al aparato, celebró como propio el triunfo de Pedro Almonacid y recordó orgulloso aquella vez en que él fue quien triunfó.
En 1963, Macaya fue el primer ganador de la Vuelta Chile, que en esa época se llamaba Vuelta al Centro de la República y que hasta hoy lleva más de 30 versiones, siempre con la meta en Santiago. Pero la bicicleta no forma parte sólo de su pasado: a sus casi 82 años, si tiene que ir a comprar el pan o ir al supermercado, toma su «bici». Todos los días recorre al menos 10 cuadras por las calles de Quinta Normal, su barrio de toda la vida.
Isaías celebra la existencia de más ciclovías hoy en la capital, pues en la época en que él tomó este medio de transporte como «el único» para llegar de un punto a otro, no existían. «Aunque era más seguro andar en esos tiempos en bicicleta, porque no había tantos autos y no se lo echaban a uno encima», dice. Pero de todas formas, ha sabido usar lo que hoy le ofrece la ciudad en su barrio. «Todos los domingos se cierra una amplia ruta por Carrascal y ahí aprovecho de salir a pasear con mis nietos», cuenta.
Este ex campeón explica que ninguno de sus contemporáneos sigue pedaleando. «Les fallan las piernas, lamentablemente. Yo estoy bien y puedo andar sin problemas». Por eso, cada día aprovecha de disfrutar esta actividad al aire libre, que ha sido su pasión.
A los 10 años tuvo su primer encuentro con las bicicletas. Su padre le dio el dinero para arrendar una en un local de San Pablo con Neptuno. «En esa época -los años 30- casi nadie tenía los medios para comprar una chancha», dice.
Le gustaba pedalear y a los 16 empezó a darle un uso más intensivo, cuando entró a trabajar, de noche, a la empresa Yarur. Cuenta que la locomoción en góndolas -como se conocía a las pequeñas «micros» de esos años- era pésima, «y mucho peor a las 11 de la noche, hora en que comenzaba mi turno. Ahí fue cuando la bicicleta se transformó en mi mejor amiga. Con mis primeros sueldos, a los 17 años, compré la primera».
Lo hizo en Cic, cuando la tienda ofrecía una de las mejores marcas en el mercado. Al tiempo se hizo amigo de un ciclista amateur que lo convenció de que empezara a entrenar para competir. Comenzó a ir al San Cristóbal y a la Cuesta Barriga para practicar. «Los senderos del cerro eran de pura tierra. Subíamos por Pío Nono, que era de adoquines, y bajábamos por la zona de El Salto, sin tomar descanso».
Pasó un año y Macaya ya estaba en condiciones de enfrentar sus primeras competencias, carreras de barrio para «pajarones», como se les llamaba a los principiantes. Pronto pasó a la categoría «todo competidor», y en ese momento el Club Cic Centenario lo reclutó, no sólo como ciclista, sino también como trabajador de la empresa, donde debía armar bicicletas y triciclos.
Los martes y jueves eran sagrados para entrenar, gracias a un permiso especial de la compañía. «Por eso, nuestro equipo sobresalía por sobre los otros: teníamos mejor preparación», cuenta, y revela su otro secreto: una olla llena con avena, mezclada con miel y mermelada para tener energía. Asegura que hasta hoy la clave de su fortaleza está en ese cereal.
La mejor época como deportista de Isaías Macaya fue entre 1958 y 1964. A comienzos de los 60 fue triple campeón de Chile en persecución individual y por equipos, y en 50 kilómetros. El 61 fue elegido el mejor deportista de su disciplina por el Círculo de Periodistas Deportivos. Ganó en Brasil, Argentina y México, y fue a dos Juegos Panamericanos, sin mayor suerte, en 1959 y 1963.
Pero su gran triunfo ocurrió ese último año, cuando se adjudicó la Vuelta al Centro de la República, que incluyó tres etapas: Santiago-San Felipe, San Felipe-Quintero-Viña del Mar y Viña del Mar-San Antonio-Santiago. La gracia fue mayúscula, porque corrió solo, sin compañeros de equipo. Después recuerda que fue a competir a Brasil, «y cuando volví, mis socios se habían ido a otro equipo. Quedé como único integrante del grupo de Cic y participé igual en la competencia, con la ayuda de un amigo que me acompañó en moto», remata.
Nota Publicada en La Tercera, 2012